Hoy me ha pasado algo que más tarde me recordó una cita del evangelio Mt 10.25: «el que quiera ganar la vida, la perderá», os cuento:

Es una situación muy común, son esos momentos en los que quieres conseguir algo desde el ego, desde tu sentido común, pero no tenemos en cuenta el otro punto de vista con amplitud de miras, no recordamos esa frase que versaba: «las víctimas, son victimas de otras víctimas», y entender esto es el principio de la solución, porque aparecen dos emociones poco habituales y sanadaras, el perdón y la humildad real, esa humildad que nos dice lo que somos, nada, y que estamos de paso, y que lo único que vale es lo que ayudamos a los demás, pero no cómo queremos ayudar, sino como los otros necesitan ser ayudados.

Quitar la inquina, el egoísmo o la vanidad de las disputas, hace mágia, hace que la gente no nos agreda, pare, piense y salga lo mejor de ellos, ¿por qué? porque bajan sus defensan, porque se saben seguros, y a partir de ahí es como la vuelta al hogar de la madre o del padre protector, nada malo puede pasar y entonces; volvermos a caminar juntos, de la mano y sobre todo hacia un bien superior, el bien común y no solo el propio, que es el que nos destruye.

Esto vale para la vida y vale para las ventas, una de las lecciones más complicadas de aprender, ver la vida a través de los ojos de los demás, de sus miedos, de sus complejos, de sus sueño, y sólo a partir de ahí y con la serenidad de alguien que lo único que pretende es construir, ofrecer la mano y humillarnos, rebajar el orgullo y decir: lo siento, te perdono y te quiero, ahora ¿cómo seguimos?

No hay humildad sin humillación, duro pero real, es algo que duele hasta escribirlo. No dejemos de confiar nunca en el alma de los otros, siempre hay alguien herido detrás del que desea ser salvado, pero para que se produzca el cambio no pueden vernos como una amenaza en su vida, porque para ello, todos hemos construido un personaje que se defiende de las agresiones ajenas de las maneras más insospechadas y creativas.

Buena semana